La cercanía de Navidad trae a mi memoria trazos de recuerdos, algunos ya antiguos otros recientes, de mis Navidades en África. La he vivido en varios países. En alguno estaba sólo de visita. También he intercambiado recuerdos con mis compañeros sobre estas celebraciones.
Mis memorias más antiguas son las de Uganda. Allí los cristianos, católicos y protestantes, son muy numerosos. Navidad era muy popular. Yo vivía entre los Banyoros. Al ser de la misma tribu, cristianos, musulmanes y los adeptos a las religiones tradicionales tenían un sentido de pertenencia. Miembros de la misma familia pertenecían a diferentes religiones. Nuestra misión estaba situada en zona rural y la gente tenía un fuerte sentido comunitario.
La misa de medianoche se celebraba solamente en la Iglesia parroquial, pero cada Misión tenía además otros lugares de culto dependientes de la parroquia. En esas sucursales se celebraba la misa de Navidad durante el día y sólo en las más importantes. El resto de los cristianos se desplazaba a la iglesia más cercana. Las mujeres acarreaban sobre sus cabezas paquetes de comida ya preparada o calabazas de cerveza local hecha con zumo de bananas fermentado. La comida de fiesta consistía en una pasta de bananas hervidas al vapor envueltas en hojas de bananero que, como si fueran un termo, la mantenía caliente durante horas. Las mujeres iban dejando sus paquetes y sus calabazas a la puerta de la Iglesia. La ceremonia solía ser muy viva, con danzas procesionales y cánticos referentes al nacimiento de Jesús y a su sentido de salvación. Después de la misa teníamos una comida compartida en la que había para todos. Luego seguían las danzas populares y, ya bien entrada la tarde, la gente se ponía en camino hacia sus respectivos hogares. Los musulmanes y los que seguían siendo fieles a la religión tradicional, generalmente ancianos, también participaban. En aquella época y en aquel lugar, las relaciones entre musulmanes y cristianos eran muy cordiales. Recuerdo que, recién llegado y no conociendo suficientemente bien la lengua, visitaba una zona en compañía del catequista local y me asombraba la cordialísima acogida de que se nos hacía objeto, con comida y regalos. Le dije al catequista: “estos deben ser muy buenos cristianos”. Él me respondió: “no, no, estos son musulmanes”.
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